Autor: Antoine de Saint-Exupéry
Género: Fábula filosófica / literatura universal
Un aviador se pierde en el desierto del Sahara y allí conoce a un pequeño príncipe venido de otro planeta, el asteroide B-612. A través de su conversación, el Principito narra su viaje por distintos mundos y los extraños adultos que ha conocido: el rey que gobierna sin súbditos, el vanidoso que busca ser admirado por nadie, el borracho encerrado en su círculo de tristeza, el hombre de negocios que “posee” estrellas que no le sirven para nada, el geógrafo que dibuja mapas sin haber visto el mundo, y el farolero —el único que aún conserva un sentido del deber y una chispa de luz en la oscuridad.
De regreso en la Tierra, el Principito descubre el amor y la pérdida, la amistad y la soledad, comprendiendo que lo esencial no está en lo visible, sino en lo que el corazón reconoce como único.
Este libro me conmovió profundamente porque, con palabras simples, revela lo más hondo de la existencia.
Desde el inicio muestra cómo los adultos, en su afán de medir y clasificar todo, han perdido la capacidad de ver con el alma. La inocencia del niño, su imaginación y su ternura, chocan contra la razón endurecida de los mayores: les han crecido callos en el corazón.
El Principito emprende su viaje sin saber que todo lo que busca ya lo tenía en su pequeño planeta. Su rosa —caprichosa, frágil, única— es el símbolo de ese amor que sólo se vuelve real cuando uno lo cultiva, cuando se ha invertido tiempo, cuidado y espera.
La enseñanza del zorro —“domesticar es crear lazos”— encierra toda la sabiduría del libro: sólo lo que amamos se vuelve irreemplazable.
Entre los personajes, el farolero brilla como el verdadero sabio. Su tarea, tan humilde y repetitiva, posee sentido porque mantiene viva una luz, una chispa en el universo. Él no reina, no manda, no compra; simplemente cumple con su deber interior, y en eso reside su grandeza.
El final, melancólico y sereno, nos recuerda que el amor trasciende la materia. El Principito regresa a su estrella, quizá a la muerte, pero también a lo eterno.
El Principito es un manantial inagotable de sabiduría, un recordatorio de que la verdadera visión sólo se alcanza cuando se mira con el corazón.
Excelente